Carlos nicanor

Neomismos

10 FEB, 2017 - 1 ABR, 2017

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Notas sobre Neomismos, el fin de un pretexto.

 

Todos los ejes narrativos de un artista se ponen en crisis cuando este decide iniciar un viaje hacia un nuevo espacio de investigación. Esto ha ocurrido con Carlos Nicanor y su trabajo Neomismos, un acercamiento a un lenguaje neobarroco en clave crítica, desarrollado en dos propuestas expositivas, la anterior Neomismos, el Barroco como pretexto (primera parte), y la que aquí presentamos: Neomismos, el fin de un pretexto. Las piezas relativas a estos espacios neo encierran una contradicción casi paradójica que emana desde el interior de los objetos, y que resisten un peso tan irreal como contundente.

El recorrido propuesto por el artista en este “ciclo barroco” ha supuesto ─ahora sí─ la delimitación de una línea clara con respecto a la frontera entre el interior y el afuera de la obra. A través del o lo barroco, como excusa, plantea problemas visuales que se articulan como un fondo enigmático de instrumentos, unidos por las claves que albergan en torno a estos Neomismos unidos como un solo texto. Esta es una característica fundamental de los objetos irónicos y poéticos de Nicanor, un juego con ese espacio liminar de la imágenes, tanto desde la fisicidad como desde el aspecto ontológico. Se trata de la perpetuación y la concreción de un pretexto de uso visual o, si lo queremos llamar así, de un neo-lenguaje que ha producido un trabajo que aúna la capacidad de extrañeza visual y la narrativa libre; esto es lo inherente a las piezas. Neomismos o el fin de un pretexto es un escenario de ideas, casi una pieza única compuesta de diferentes movimientos orquestados de forma dialéctica para una escucha simbólica.

Cada vez que nos enfrentamos a un nuevo trabajo de Carlos Nicanor atravesamos diferentes capas de incertidumbre, pensamientos sin procesar, significados escondidos bajo la ambigüedad develados por los destellos de genialidad constructiva que rebrotan en una polisemia visual, y en una actitud cada vez más libre frente al estilo, a lo esperado o lo recurrente. El artista se enfrenta, con cada pieza a un dilema diferente, revistiendo y despojando constantemente de ornato o de marco ─literal y metafórico─ de reclusión, para llegar al lugar donde empezó todo: el estado previo a lo que de barroco, como periodo artificial, pueden albergar los episodios Neomismos.

En este periodo de investigación plástica, lo interesante es la doble refracción de algunos objetos y la capacidad de seguir recreando una estancia, un espacio colmado de duplicidades que, conectadas entre sí, van inspirando lo geográfico de la exposición. Un archipiélago barroco, que no es construido por un maestro habitual, si no por un libertino. Un libertino barroco es aquel que fabrica contrapesos de sentido, mediante una deconstrucción escéptica de todo estado dogmático del ser. Y Nicanor, en esta posición, activa el instrumento de la duda para producir disociaciones de ideas y encontrar las incongruencias de cada laberinto encontrado. Neomismos, tal y como ocurre en el políptico Cartografía de la isla de las tortugas, es un mapa incompleto de una orografía inventada que busca la forma insólita y extraña a través de un dispositivo que trasciende el formalismo para constituirse en un punto crítico o un estadio de duda. Todo esto parte de una preocupación conceptual: extraer todas las capas de sentido de una idea. Es decir, con esta pieza en concreto el artista busca no sólo alejarse del confort, sino que se esfuerza por hablar desde el antagonismo formal y conceptual. Es un juego de cartografías que traza un camino y que funciona más allá

El segundo episodio, si llega a ser una conclusión en sí misma, se ensambla de forma rotunda al movimiento sutil iniciado en la primera serie, una vibración casi de cuerda percutada de un Instrumento insonoro, que provoca una corriente de ida y vuelta, y que se encamina en definitiva hacia una total deconstrucción. Las fracciones completan el camino hacia lo neo, las imágenes se van descomponiendo; retratos, bodegones y naturalezas muertas se reproducen en sus códigos formales pero a través de espacios constituidos por pedazos de materia. Retrato de una familia irreal, es un claro ejemplo de este movimiento dual, la identificación no es necesaria, lo sugestivo es observar lo que ésta comparte con otras piezas: afrontar su cometido desde un punto de vista cercano a la utopía, desprendiendo al objeto de toda identificación natural, esto es, remitir al nombre pero no a la forma desaparecida. Esta ineludible actitud frente a la idea forma parte de la poética y la ética de trabajo de Nicanor. Así, el recogimiento en la forma del marco, presente en algunas de las piezas, se traduce como la manifestación de una deformación semejante a las biologías distorsionadas para ajustarse a esa moldura accesoria en relación a la autonomía de lo que encierra.

El viaje y la poesía visual forman parte de este recorrido barroco, en el que Nicanor ha trabajado a una escala familiar, alejada del conformismo y más apegado a sus propias lógicas discursivas: las contradicciones de sentido. En cada “objeto imposible [confluyen] la mayor parte de los ingredientes que sustantivan sus trabajos: biomorfismo, sentido epidérmico y ese humor austero y elegante que no evita la causticidad y es capaz de hacer reír a la inteligencia [son estos rasgos los que], abren su obra a lo social”. El desplazamiento, como significación estética y física, por toda esta serie de imágenes poéticas, que explicitan una realidad desdoblada y desbordada de ampulosos marcos, sugiere que toda la tramoya que Neomismos ha ido configurando pesa cada vez más. Pero ocultan de algún modo esa pesadez tras una superficie ligera y brillante que se deposita en la retina con un sensualismo inusitado, naturalezas muertas, vanitas y huevos no se pixelan como los retratos, sino que se transforman en objetos con una capacidad de mutación y adaptación soberbia. Este deslizamiento distorsionador es el velo tras el que se escondía la naturaleza de lo vivido en el primer episodio, ahora: la narrativa es reversible, no oculta sus mecanismos. El medio de lo real, no es más que una ficción y Carlos Nicanor se ha impuesto la labor de descubrir qué de natural hay en todas las formas artificiosas y, sobre todo, pensar el trabajo a partir de las problemáticas que plantea como artista.

 

Dalia de la Rosa