Alejandro correa

dum

1 FEB, 2019 - 16 MAR, 2019

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COSMOGÓNICAS  ATMÓSFERAS  SIDERALES
Đ  ALEJANDRO CORREA IZQUIERDO  EN  ARTIZAR/2019
En los dos planos universales
Donde se asientan juntos
                                                           La materia y el espíritu
                                                  Existe un progreso absoluto
Que consiste en una purificación permanente
Hasta la perfección última
 
EUGENE CANSELIET
(en su prólogo a la 2ª edición de
“El Misterio De Las Catedrales”; Fulcanelli)

Pese a la desconcertante insensatez de algunas de sus propuestas artísticas, Marcel Duchamp nos legó también incuestionables y sensatas reflexiones, como su sentenciosa convicción de que: por muy claras y precisas que fueren las intenciones de un artista al crear su obra, la posible trascendencia –o no- de esta, va a depender siempre más, de lo que  el espectador opine e interprete, que de lo que, al mismo respecto, afirme o declare su autor. Algo que yo suscribo sin dudar y que, por ello, venciendo mi tentación inicial de asesorarme directamente con Alejandro Correa (Santa Cruz, 1984), a quien no he vuelto a ver desde su exposición “Horizontes”/2017; y ante las sugerentes interpretaciones que la visualización de sus grandes y novedosos lienzos, inmediatamente, me provocaron (algo que, en mi opinión, es uno de los mayores éxitos que se le pueden pedir a una obra), decidí saltarme el rudimentario protocolo e ir, orientado por mis propias sensaciones, al “quid de la cuestión”, en la convicción de que, aunque no coincidieran con la suya, mi interpretación solo contribuiría a incrementar el valor de su último trabajo artístico.

Creo que nada puede evitar cierta sincronicidad entre el Pensamiento Religioso, Científico y Artístico en cada momento de la Historia.

Por eso, ahora que la humanidad dispone por primera vez de un Colisionador de Hadrones, empeñado en dilucidar lo que pudo ser este universo durante los tres primeros segundos a partir del Big Bang, no nos debería extrañar que, uno de los artistas que más y mejores muestras presenta de la utilización de su “materia gris”, desemboque, súbitamente, en una serie de imágenes de gran formato que, bien podrían ilustrar o remitirnos sensorialmente a tan ignotos como remotos orígenes.

Una búsqueda incesante que, en lo CIENTÍFICO, aspira a solucionar uno de los más acuciantes retos de la Física actual: la unificación de las cuatro fuerzas básicas (La Física de Newton; el Electromagnetismo; la Cuántica débil y la Cuántica profunda). En lo RELIGIOSO/FILOSÓFICO, a una revisión de los conceptos de Origen y Final del Cosmos-Universo. Y en lo ARTÍSTICO/ESTÉTICO a una aproximación al ABSOLUTO.

Lo que, directamente, justifica el carácter eminentemente Místico que, anunciado y subyacente en sus trabajos anteriores, eclosiona aquí, cual primigenio “dripping”, en un Caldo Cósmico de luces y sombras; emociones y silencios; ocasos, alboradas y… mucha vida por delante. Un Producto Sublime que ha bebido en las profundas y cada vez más escondidas fuentes que manan del legado de insignes y dilectos gnósticos y metafísicos como: Mark Rothko y Joseph Mallord William Turner; especialmente en su producción más reduccionista y abstracta (cuando faltaba casi un siglo para que se acuñara el término “abstracción” como la más revolucionaria y liberadora vanguardia artística); una etapa postrimera del artista escasamente divulgada en imágenes y, por ende, poco popular entre el gran público, en contraste con lo familiar y estimulante que, tales hallazgos precursores, pueden resultar para un especialista “de brocha fina” o “excelso pincel”, como A. C. I.

Tras la plácida armonía y serenidad, intencionada y provocadoramente tardo-romántica, de sus primeras obras (Galería Stunt; La Laguna; 2013) y sus proto-místicos paisajes –marítimos y terrestres-,  resueltos en dos franjas de color, en los que se aprecia un claro y resuelto desplazamiento de su barroquismo primigenio hacia soluciones más reduccionistas, próximas al minimalismo (“Horizontes”; Galería Artizar/2017), Alejandro Correa irrumpe al fin, con pleno rendimiento, óptimo dominio de sus facultades y súbitamente (para un espectador que, como yo, no había visto más obras suyas desde “Horizontes”) en los grandes formatos; con una colección de grandes lienzos, portadores de palpitantes, vertiginosas, hipnóticas y macro-cósmicas (¿o serán micro-cósmicas?)  atmósferas siderales, técnicamente resueltas con la meticulosidad, dominio y precisión que le son características; pero inmersas aquí, en una profunda espiritualidad que, durante algunas semanas, emanarán, cual metafísicos efluvios, de la Galería Artizar; frente a una iglesia calcinada que mantiene y prolonga el categórico carácter Romántico que, siempre –espero-, acompañarán a este potencial gran futuro artista Canario –que para muchos de nosotros, ya lo es- Alejandro Correa Izquierdo.

 

               ERNESTO VALCÁRCEL MANESCAU

                                                                    En la Orotava; a 24 de Enero de 2019.

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